“Combatir al enemigo occidental” es el mensaje que ha lanzado recientemente en un discurso el Ayatolá Jomeini. Una de las lacras que aquejan el sistema educativo iraní que está plagado, según sus mandatarios, de ideales pro occidentales. Así se demostró recientemente en las revueltas islámicas que sacudieron Teherán tras los resultados que arrojaron las urnas en las elecciones del pasado junio. Para hacer frente a esa invasión, el ejecutivo de Ahmadineyah ha lanzado una ofensiva ideológica, uno de cuyos pilares es la reislamización del sistema educativo.

La iniciativa ha provocado ya las protestas de los universitarios que convocaron el pasado 7 de diciembre una manifestación con motivo del Día del estudiante contra el sistema educativo clerical, desafiando con ello a la prohibición de manifestarse. El descontento de los universitarios, que se manifiestan en el campus de Teherán sin que la policía pueda hacer nada por reducirlos, parece haber disparado las alarmas del régimen iraní.
Pero la defensa de los valores islámicos llega tarde. Ante el comienzo del curso escolar, se desconocen los detalles y el alcance del plan. A estas alturas, existe la intención de atajar el problema pero aún no se han concretado las medidas en las que se materializará tal propuesta. Aunque sigilosamente el régimen intenta controlar de los detractores del sistema o los que son incapaces de mantener el statu quo. Las expulsiones entre el profesorado se cubren con prejubilaciones. Y doctrinas como el marxismo han sido sustituidas por asignaturas como Dios y filosofía o Islam y teoría social. La férrea disciplina que se ha impuesto en el campo de la educación también viene marcada por el nombramiento de Kamran Daneshju al frente del Ministerio de Ciencia, Investigación y Tecnología, del que dependen las universidades, responsable de las pasadas elecciones en Irán y que no ha dudado en promover la segregación de sexos en la universidad.
No solo de estas protestas han salido escaldados los manifestantes. El control se traslada a las más altas esferas de la vida política. También increpan a los líderes de la oposición, entre ellos, Musaví al que cerraron el paso cuando intentaba salir de la facultad de Bellas Artes. Tras las protestas que se sucedieron el pasado junio, el líder de la oposición se ha convertido en el símbolo de la contestación al régimen iraní.
Mientras los cimientos del sistema se tambalean, el régimen hace todo lo posible para mantener la estructura rígida. Los universitarios ya han tomado conciencia de sus derechos y de las imposiciones que se hace desde un estado que utiliza la coacción y la represión como armas para hacer valer su autoridad. De nada sirve que se ralentice el acceso a internet o agentes de paisano graben a los manifestantes para luego detenerlos. Las primeras protestas ya han sentado precedentes y se han convertido en algo que va de la excepción a la normalidad.
Sistema educativo iraní
El sistema educativo iraní está fuertemente influenciado por los principios impuestos tras la revolución de 1979. El sistema educativo está impregnado por la sharia, la ley musulmana, un código de conducta que se encarga de diferenciar el bien del mal, por supuesto siempre en base de los principios que rigen la religión islámica, es decir, que está inspirada en el Corán.
En cuanto a la estructura del sistema educativo, pueden diferenciarse tres etapas. La primera de ellas la educación primera que abarca de los 6 a los 10 años y que puede estar precedida de un curso de preescolar no obligatorio. El segundo nivel lo conforma la enseñanza secundaria dividida a su vez en dos niveles de 3 años cada uno. En la segunda subetapas existen diferentes tipos de especialización donde se aprecian las aptitudes y el potencial del alumno. Y por último, una tercera etapa se pueden optar a un título vocacional o técnico, de dos años, o a una licenciatura que se prolonga durante 4 años.
Más información: El País
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